Formas de magnesio.
Aproximadamente la mitad se encuentra en los huesos y los dientes, mientras que el resto se sitúa en los músculos, el hígado y otros tejidos blandos. Sólo el 1% de su cantidad global está disuelto en la sangre. Se elimina por los riñones.
El cuerpo no produce magnesio, sino que, por el contrario, lo consume más o menos rápidamente en función de la actividad física y el estrés.
Por consiguiente, tiene que extraerlo diariamente de los alimentos y, si es necesario, de los complementos alimenticios. El magnesio existe en diversas formas: óxido, citrato, malato, bisglicinato, etc., pero no todas son iguales. Las mejores son el malato de magnesio y el bisglicinato de magnesio, porque son muy bien asimilados y tolerados por el cuerpo.
Los beneficios del magnesio.
El organismo no posee una reserva de magnesio, por lo que precisa un aporte diario regular para satisfacer sus necesidades, sobre todo cuando se tiene un ritmo de vida acelerado en el que uno puede sentirse más estresado y cansado. El magnesio se encuentra en la mayoría de los vegetales, sobre todo en las semillas tipo almendras, avellanas, nueces y cacao. Los cereales poco refinados, las verduras de hoja verde oscuro, la levadura de cerveza y los frutos secos también contienen cantidades muy elevadas de magnesio, sin olvidar algunas aguas minerales, que contienen más de 50 mg por litro.
El magnesio contribuye principalmente a la transmisión nerviosa y a la relajación después de la contracción, que son propiedades esenciales para el corazón y la tensión arterial.
También interviene en la producción de energía en el interior de las células y en la utilización de los lípidos. De este modo reduce las manifestaciones del estrés, favorece la calma y contribuye al buen funcionamiento del sistema nervioso.
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