La acción del colágeno.
El colágeno fija el calcio en los huesos, preservando así las articulaciones y previniendo las molestias articulares.
Pero el colágeno está presente sobre todo en la piel. Efectivamente, en esta parte del cuerpo, las fibras de colágeno representan el 70% de las proteínas y son los principales componentes de la matriz extracelular junto con las fibras de elastina. Además, en el cuerpo humano existen varios tipos de colágeno. Se trata principalmente de los tipos de colágeno 1, 2, 3, 5 y 10. Sin embargo, la mayor parte del colágeno (entre el 80% y el 90%) se compone de los tipos 1, 2 y 3. Existen distintas procedencias del colágeno utilizado como ingrediente activo en las cremas antiarrugas y anti-edad: el colágeno de origen animal y el colágeno de origen marino.
Los beneficios del colágeno.
Al permitir que los tejidos de la epidermis se regeneren y conserven la elasticidad de la piel, el colágeno es sinónimo de “anti-edad”. En efecto, combinado con la elastina, contribuye a la resistencia, la elasticidad y la flexibilidad de la piel, ayuda a rellenar las arrugas y las líneas de expresión y a suavizar los rasgos faciales.
Se trata de dos proteínas fabricadas por los fibroblastos, unas células que se encuentran en los tejidos conjuntivos, como la piel, llamadas “células de sostén”. Con el paso del tiempo, la renovación del colágeno disminuye de forma significativa y, por tanto, se encuentra en una menor concentración en la piel: nuestro capital de colágeno disminuye con el tiempo.
De promedio, nuestra piel pierde cada año un 1% de capital de colágeno a partir de los 30 años. Como consecuencia, la piel se vuelve frágil, se marchita y pierde su firmeza. Entonces aparecen signos inevitables, como las arrugas y las líneas de expresión. A esto se añaden los factores externos, como los rayos UV, que producen radicales libres y, por tanto, provocan el envejecimiento de la piel.